Monumento a Nicolás Avellaneda |
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Monumento a Avellaneda. 1913. Buenos Aires.M onumento construido en mármol de Carrara con base de granito, posee una altura de 10 metros y medio. Se levanta sobre una gradería cuadrangular ochavada, de donde se levanta el plinto, conformado por 4 pilares clásicos romanos. Los cuatro capiteles unidos forman el pedestal donde se destaca la estatua del orador, en actitud de pronunciar un discurso. Fue considerado el último gran éxito artístico de Lola Mora y a su inauguración asistieron el Presidente Roque Sáenz Peña y el ex presidente Julio Argentino Roca. Se trata de un monumento muy sobrio y elegante. La fuerza arquitectónica del pedestal, es decir la base de la escultura, brinda estabilidad y serenidad al conjunto. Esta obra, como las otras de carácter estatuario que realizó Lola Mora, se inclina por un verismo teatral, muy italiano. Existe un evidente sistema jerárquico: Avellaneda se encuentra en lo más alto. En el frente izquierdo del pedestal se ubica La Oratoria, una figura alegórica, que trata de coronarlo con laureles. Esta figura se apoya sobre un león, símbolo de la fuerza de la opinión pública. Otras figuras, la Capitalización de Buenos Aires y el Genio alado de Avellaneda, con la antorcha del Saber encendida, complementan el conjunto de mármol. Nicolás Avellaneda se encuentra ataviado de frac y cruza su pecho la banda presidencial. Pero la vestimenta de la época es demasiado ceremoniosa para la pasión de que Mora quiere dotar a su obra, por lo que recurre a un paño, que enreda en la traza del púlpito y logra, de esta manera, otorgarle movilidad. La escultura se organiza en torno a un bloque arquitectónico, se trata de una columna a partir de la cual se despliega el sistema compositivo. Este sistema es céntrico ya que las fuerzas parten de aquí hacia el exterior. Las figuras que se disponen en cada una de las caras de este bloque miran a los puntos cardinales permitiendo este efecto: a la izquierda de Avellaneda La Oratoria lo está observando a él, pero el león dirige la mirada al espacio. Estas figuras están en una actitud de compañía y vigilancia; están custodiando a la figura central. Avellaneda mira al horizonte y ligeramente hacia arriba, como demandando inspiración, por lo que no entra en contacto visual con el público. El espectador no interacciona con la escultura en forma directa: por el tamaño, la altura -justamente, es un "monumento"-, y la dirección de las miradas. Hay algo del orden de lo divino, una cierta trascendencia que lo aleja del espectador y se contrapone a la materialidad y al peso del bloque arquitectónico. Por otro lado, se aprecia una combinación entre regularidad y la irregularidad que se observa en el tratamiento de los pliegues de las vestimentas y en la melena del león. En cuanto a los opuestos actividad-pasividad, todas las figuras parecen muy quietas, menos La Oratorio que levanta el brazo señalando a Avellaneda; ella está en el momento cumbre de la acción, es una imagen casi fotográfica, está captado el instante preciso en el que el gesto alcanza su plenitud. Esta es una actitud típica del siglo XIX y "La libertad guiando al pueblo" de Delacroix es un cuadro paradigmático en este sentido. Esto también genera cierto dinamismo en el conjunto, rompiendo con la predictibilidad del resto de la composición. Finalmente, la línea dominante es la vertical. La columna se eleva del piso pero la fuerza visual de las figuras que se encuentran en la parte inferior, el ancho de la base que contiene a la escultura y le da un marco, sumado al tratamiento de los pliegues de la ropa de Avellaneda, logran que el monumento se encuentre bien asentado en el suelo. Galería de Imágenes |