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Lola Mora, Primeros Años: 1866 - 1894  
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Si bien existieron debates sobre el lugar y fecha de nacimiento de Lola Mora, en la actualidad se reconoce que la artista vino al mundo el 17 de noviembre de 1866 en El Tala, provincia de Salta, más precisamente en el casco de la actual Finca El Dátil.

Fotos de Lola Mora
S
u familia puede definirse como pudiente, con dinero y propiedades, aunque no de clase alta. Romualdo Mora era comerciante y hacendado y, siendo menor de edad, pidió se le concediera el derecho de manejar los bienes de su padre, inmediatamente después de su muerte: una casa, una pulpería, un pequeño terreno y ganado. El pedido fue satisfecho, y el escrito fue firmado por Nicolás Avellaneda, quien por entonces era Defensor General de Menores del foro tucumano.
En el documento respectivo, el futuro presidente consignaba que:
“Es notoria en este pueblo la carencia de ocupaciones útiles a que puede dedicarse un joven para instruirse en el manejo de los intereses que más tarde ha de tener que administrar; y la falta completa de escuelas que le puedan proporcionar una educación capaz de mejorar sus aptitudes con que debe entrar a la vida de la sociedad”.
A partir de la base que le proporcionaron los bienes sucesorios de su padre, Romualdo Mora entraría más adelante al negocio agrícola y su patrimonio crecería con la compra de numerosas propiedades en los alrededores. No obstante la posición económica que fue conquistando, la familia Mora no ocupaba un lugar privilegiado en la cerrada elite tucumana y eso se debió tal vez a que Regina Vega de Mora, madre de la artista y cuatro años mayor que su esposo, tenía un hijo natural del que se sabe poco y nada.
Tampoco se sabe mucho de esta mujer con la que se casó posiblemente en 1859, ni de sus antecedentes familiares; su apellido no era tucumano, sino riojano o catamarqueño. Una vez casada con Romualdo Mora, dio a luz a siete hijos: tres varones y cuatro niñas. Dolores fue la tercera en nacer.
Los Mora quisieron que sus hijas mayores recibieran la mejor educación posible, algo a lo que no podían acceder en la rural Trancas. Por ese motivo matriculan sucesivamente a sus hijas en el Colegio Sarmiento de Tucumán, en carácter de medio pupilas, hasta que decidieron mudarse a la ciudad. En agosto de 1874, a los 7 años de edad, Dolores comenzó sus estudios en el colegio, obteniendo más de una vez las mejores notas de su clase en todas las asignaturas.
La familia ocupó una gran casa de diez habitaciones en la céntrica calle Belgrano al 72-74 que, entre sus comodidades y gustos, incluía un fino mobiliario, elegante platería, una sorprendente colección de joyas pertenecientes a Regina Vega y un piano Pleyel que Lola sabía tocar.
La vida transcurrió tranquila y con buen pasar para los Mora hasta la inesperada muerte de los padres. Romualdo, de 48 años, muere el 14 de septiembre de 1885 a causa de una neumonía; dos días más tarde fallece Regina de un “hipertrófico de corazón”, tal como figura en su acta de defunción. Pero los hermanos no quedaron a la deriva. Paula Mora, que por entonces tenía 25 años, contrajo matrimonio dos semanas después de la muerte de sus padres con el ingeniero Guillermo Rücker, quien en un principio se hizo cargo de los huérfanos.

Falcucci, el primer maestro

En 1887 llega a radicarse en Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci (1856-1922), quien fue profesor del Colegio Nacional, de la Escuela Normal y más adelante, de la Academia Provincial de Bellas Artes. De acuerdo a un artículo que el maestro publicó en la Revista de Letras y Ciencias Sociales en 1904, y que es la única fuente que reseña los primeros pasos sistemáticos de Lola Mora en el arte, la joven le pidió lecciones y comenzó a tomar clases particulares con él a poco de su llegada a la provincia. Así, cuenta el pintor, comenzaría un trabajo disciplinado, abocado al dibujo y a la técnica del retrato, con inspiración en las escuelas neoclasicista y romántica italianas, de las que Lola Mora no se apartaría en toda su producción.

Los trabajos iniciales

Su primer trabajo fue un retrato del entonces gobernador de Salta, Delfín Leguizamón, que Lola Mora quiso realizar para lograr que éste ayudara a su familia en cierto pleito que tenía en esa provincia. Lola realizó la obra al carbón, y trabajó con empeño y prolijidad. De acuerdo a Falcucci "era la copia de una fotografía, pero tenía todo de propio, de individual en la factura. Lola Mora principiaba a revelarse".
En 1892 participa de una “Exposición en Miniatura” en una kermesse organizada por la Sociedad de Beneficencia de Tucumán con motivo del IV Centenario del Descubrimiento de América.
Su primer éxito fue la ambiciosa obra que presentó en una exposición en 1894, con motivo del aniversario del 9 de julio. Consistía en una colección de 20 retratos de los gobernadores tucumanos desde 1853, realizados en carbonilla. La exposición tuvo lugar en la Escuela Normal de Maestras y recogió numerosos elogios, entre ellos del diario tucumano El Orden, que publicó:
“Es la obra quizás de más aliento de cuantas se han llevado a la exposición. (…)Muchos de ellos son algo más que un retrato, son verdaderas cabezas de estudio, de franca y valiente ejecución…”.
La Cámara de Diputados dispuso recompensar el trabajo de Lola Mora con 5.000 pesos, lo que fue promulgado como ley por el gobernador interino Agustín S. Sal.
 

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